sábado, 31 de mayo de 2014

Los Dominicanos y la Guerra de Independencia Cubana.

Los Dominicanos y Máximo Gómez en la libertad de Cuba.

Los Dominicanos y Máximo Gómez en la libertad de Cuba.
Los acontecimientos políticos y sociales de la Cuba colonial, en procura de la emancipación se producen en la parte oriental de la Isla, es decir, en las ciudades o poblados de Santiago, Bayamo, Manzanillo, Holguín y en menor medida en Camaguey (centro).
Por Alfonso Torres Ulloa / elMasacre.com


Los acontecimientos políticos y sociales de la Cuba colonial, en procura de la emancipación se producen en la parte oriental de la Isla, es decir, en las ciudades o poblados de, Bayamo, Manzanillo, Santiago, Holguín y en menor medida en Camaguey (centro). Y a propósito de esto quiero anotar lo que dice un importante autor cubano, Raúl Aparicio:
 
“La ciudad de Santiago de Cuba y su comarca había experimentado la benéfica influencia de los emigrantes de la Isla de Santo Domingo, desde principios del siglo XIX....” luego dice “las logias masónicas de la ciudad son como antenas que perciben la enfebrecida agitación, no sólo de estas islas cercanas, sino de la Europa que desde la revolución de 1848 está estremeciendo al mundo”, y justo en esa zona se asientan los dominicanos con experiencia militar, al término de la guerra de la restauración y ya antes allí se habían asentado centenares de familias dominicanas obligadas por la ocupación de Haití de 1821 al 1844, en su mayoría masones que se integraron en la sociedad cubana en Santiago.
  
Independientemente de la figura preponderante de Máximo Gómez, estas notas tienen el interés de puntualizar que los aportes de los dominicanos al proceso revolucionario cubano trascienden a Gómez, a tal punto que no es posible escribir la historia de Cuba al margen de los dominicanos; empezando por el Viejo, por supuesto.

Máximo Gómez tiene sus méritos y devino en ser la figura cumbre en lo militar, no sólo de los dominicanos sino del ejército de liberación, tanto de la guerra larga (1868-1878) como de la guerra necesaria (1896-1898), pues la figura cumbre por parte de Cuba, en lo militar, el General Antonio Maceo, era el lugarteniente de Gómez, el Generalísimo. Y por supuesto Martí es el Apóstol y está hecho de otra madera.
 
Pero es que, además de Gómez, e incluso antes que él, estuvo Luis Geronimo Marcano Álvarez, que obtuvo el grado de general del ejército Mambí, mientras Gómez aún no participaba en el primer combate. El primer gran estratega militar Mambí es Luis Marcano. Y éste es quien traza el plan de ocupar Bayamo y tiene que convencer a Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria de Cuba y líder de la Guerra Larga.
 
La ocupación de Bayamo por parte del ejército Mambí es determinante en el establecimiento de la guerra, pues si los insurrectos caían implicaba el fin de la sublevación. Venían de sostener el primer combate y de sufrir la primera derrota en Yara, el día 8 de octubre. Justo eso es lo que hace dudar a Céspedes, quien pretendía marchar hacia Manzanillo sobre el triunfo o de la posibilidad de ocupar el pueblo de Bayamo, que era un bastión del ejército español. Pero el genio militar de Luis Marcano Álvarez le convence de esa posibilidad.

Con Luis Marcano Álvarez estaban sus hermanos Francisco y Félix María, quienes vivan en El Datil, Bayamo; además de los hermanos Chalas, Despradel y gran parte de la Reserva Dominicana del Ejército Español. Tan pronto cae Bayamo se integra el brigadier Modesto Díaz, el cual es convencido primero y vencido después por Marcano en la ocupación de Bayamo. Y Modesto Díaz devino en ser excelente jefe Mambí, protagonista de decisivos enfrentamientos con el ejército español.

Luis Marcano y sus hermanos son los primeros en entrenar a los mambises, que no eran más que pobres campesinos y negros esclavos, sin conocimientos militares y de vestimentas harapientas y estos dominicanos lo forman militarmente para los quehaceres de la guerra.
 
Tanto Luis Marcano como Modesto Díaz tenían más rangos que Gómez en el ejército español, los que les son reconocidos en el ejército libertador. Las acciones decisivas en los inicios de la guerra del 68 fueron concebidas y dirigidas por el General Luis Marcano y luego por el Brigadier Modesto Díaz. En tanto Gómez se enrola como simple soldado y al poco tiempo lo ascienden a Sargento.
 
Pero junto a ellos están los hermanos Nicolás (Teniente Coronel) y Félix Chala Nieto, Francisco Javier Abreu Licaire (Teniete Coronel), Francisco Antonio Delgado (Capitán de Caballería), Manuel Abreu y Bernardo Delgado y está Despradel y toda una legión de dominicanos cuyos nombres no recoge la historia de la guerra, es claro que aquellos altos oficiales no estaban solos; Luis Marcano Álvarez tenía decenas de soldados dominicanos bajo su mando, entre ellos sus hermanos, altos oficiales: Francisco y Félix Marcano Álvarez, cuyas tumbas he visitado en Jiguaní, Bayamo.

También hay que destacar la participación de Manuel de Jesús Peña y Reynoso. E igualmente están los aportes de Marcos del Rosario. Y está, por supuesto, Francisco Gómez Toro (Panchito), hijo de Máximo Gómez y Manana (Bernarda Toro). Hay que mencionar al Capitán Ignacio Díaz, hijo del General Modesto Díaz, quien conjuntamente con el General Francisco Estrada Estrada no aceptaron la firma del Pacto del Zanjón, y siguieron en las maniguas.
 
Un nombre que permanece en el anonimato, tanto en Cuba como aquí, es el del general Dionisio Gil de la Rosa, nacido en La Vega el 8 de noviembre de 1852 y muerto en Cienfuegos (Cuba) el 8 de diciembre de 1899. De una actuación muy destacada en ambos procesos. De igual manera se destaca la presencia del Comandante Leopoldo Tió, nacido en Santiago de los Caballeros, desterrado por Lilís, y muerto en combate en Cuba, con los mambises, en el año de 1895, al lado del Generalísimo Máximo Gómez.

Por supuesto hay que mencionar a la señora Mariana Grajales, natural de Puerto Plata, y madre de los generales Maceo. Tan grande fue su aporte que hoy es considerada y así fue consagrada como la Matrona de Cuba. Pero igualmente las hermanas de Máximo Gómez, Regina y María de Jesús Gómez, hicieron sus aportes en dicho proceso y estuvieron siempre convencidas de la necesidad y la justeza de la guerra.
Dicen los autores cubanos, Aldo Daniel Naranjo y Ángel Lago Vieito, “de mucha importancia fue también la actividad desplegada por el dominicano Manuel de Jesús Peña y Reynoso, quien desde el estallido de la guerra liberadora hizo causa común con los cubanos. Formó parte de las fuerzas de la División Cuba, bajo la jefatura del General Donato Mármol. Muy pronto se destacó como un hombre de excelentes dotes organizativas, y resultó electo diputado a la Cámara de Representantes por el Distrito de Santiago de Cuba”. Al terminar la guerra larga retornó a la patria y fue Ministro de Educación en el Gobierno de Ulises Francisco Espaillat.

Estos mismos autores, nos dicen: “Una hija de Santo Domingo, Petronila Avilés González, vino a Cuba en 1840 como esposa del bayamés Pedro González Pérez, quien viajaba regularmente a ese país en busca de recursos para su negocio de zapatería. De esta unión nacieron en la ciudad de Bayamo varios hijos: Francisca, Caridad, Pedro, Juan y José Avilés González, los que recibieron una modesta educación.
La familia González Avilés apoyó con entusiasmo los planes revolucionarios. Y participó en la toma del pueblo entre el 18 y 20 de octubre de 1868. Pedro González formó fila en las fuerzas de Pedro Figueredo (Perucho). Y, una de sus hijas, Caridad, que contagiaba con su entusiasmo patriótico, fue una de las seleccionadas para cantar el Himno de Bayamo, el 8 de noviembre de 1868, en presencia de Carlos Manuel de Céspedes.
 
Petronila Avilés infundía fe en la victoria, contando los episodios de la lucha de los dominicanos por su independencia. Y cuando el Conde de Valmaseda tomó la ciudad de Bayamo, antes de que se paseara por sus calles en señal de victoria, Petronila quemó su casa y se alzó a las montañas junto a sus hijos y esposo. 
 
Otros dominicanos se establecieron en Jiguaní, Bayamo, en la década de 1840, como Carlos Sablón Mañach, Remigio Salcedo y los Hermanos Báez y Galardi, los que se casaron con mujeres cubanas e hicieron familias; aunque por su avanzada edad para 1868 no se integraron a la lucha revolucionaria como soldados, sí educaron a sus hijos en el amor a la libertad y a la patria y varios de sus hijos pelearon con valor y gallardía en la Guerra de los Diez Años (alcanzaron renombre: Jesús Sablón Moreno, conocido como Jesús Rabí, que llegó al rango de teniente coronel y estuvo en el grito de Baraguá junto al invicto General Antonio Maceo; estuvo en la guerra chiquita y en la necesaria, y llegó al grado en el 95 de Mayor General; pero igual su hermano Francisco, que en el 68 obtuvo el rango de Capitán y en el 95 el de Coronel). 
 
Otros descendientes de dominicanos fueron: Florencio Salcedo Torres, quien concluyó en 1878 como Coronel y en el 1895 como General de División. E igual Alberto Báez Peña y su primo Leopoldo Báez, quienes fueron soldados ejemplares en las tres guerras; alcanzando en el 95 los rangos o grados de Coronel y Comandante, respectivamente.
Naturalmente el genio y el valor de Máximo Gómez en poco tiempo se hizo dueño de los acontecimientos épicos y su nombre corrió como un mito por toda la isla y el continente. Y solo la sombra de Gómez espantaba a los españoles, pues nadie como él manejaba el machete ni tenía la puntería suya con el fusil o el revólver. Gómez estaba tan convencido de su talento militar que dijo en una ocasión: voy a enseñar a los cubanos a hacer patria. Y los enseñó!
  
Máximo Gómez fue ejemplo de pureza, de apego a un ideal, lo que es propio de un apóstol y no de un militar, la historia nos demuestra que todo militar en contienda por la libertad y/o independencia de una nación persigue el poder y sin embargo en el caso que nos ocupa es simplemente la excepción, y nos confirma la influencia que tuvo la figura de Duarte en el jefe y gran estratega militar. Gómez: pensador, duartista, nacionalista y latinoamericanista.

El general Máximo Gómez lo dio todo por el ideal libertario de Cuba, a cambio de la gloria. Por eso dice, en carta enviada a José Dolores Pérez, en fecha 3 de junio de 1885, “Yo pretendo ser libertador de un pueblo esclavo; soy un soldado de la Democracia, al servicio de un pueblo; pero no instrumento que ayude a subir a ningún hombre al poder. Soy, sí, un soldado que ayuda a un pueblo oprimido a sacudir su servidumbre y conquistar su nombre y rango de Nación, pero no aspiro a gobernarlo”.  Y ciertamente le ofrecieron la presidencia de la República de Cuba y declinó. En esa misma carta él confiesa su aspiración: “Yo quiero ser, siquiera, una sombra de Sucre el héroe inmortal; es mi sola aspiración: pero no uno de tantos hombres que gobiernan pueblos o naciones por medro personal, pero que no los libertan de servidumbre alguna”.

Esta carta que comento es digna de la historia, la que escribe a un amigo hondureño a propósito de comentarios que los sindicaban como aliado del Dr. Marco Aurelio Soto, ex presidente de Honduras, en una conspiración contra el general Bogran, presidente hondureño; y le dice: “Es verdad que no pasa desapercibida para mi la situación política de Honduras: es verdad que yo soy tan amigo del Dr. Soto como del general Bogran: a ambos les soy deudor de servicios y consideraciones a que jamás creo poderles corresponder; pero por encima de todo eso está mi gratitud y mi respeto a Honduras”. Es claro que ambos caudillos hondureños estaban enfrentados políticamente, pero Gómez se colocaba por encima de ellos.

Sin embargo, le dice a su amigo José Dolores Pérez: “Y diles que el día que Honduras se viera amenazada por una nación extranjera entonces sí, al frente de una falange de cubanos y dominicanos, volaría a ponerme al lado de los defensores de la bandera nacional que me cobijó en ese país y me dio pan y asilo”.
Y digo que era duartiano no sólo por su pureza y empeño, por su limpio pensamiento, su entrega de apóstol, sino por su propia admiración y respeto a la figura de Duarte, pues en carta al periódico Patria, de fecha 21 de abril de 1894, titulada : Cuba a Duarte, dice Gómez: “Todos los pueblos de la América libre tienen simbolizado en un nombre los esfuerzos, la abnegación y los sacrificios que le costó su emancipación de la metrópoli europea a la que estuvieron sometidos”.

Y agrega: “En todos esos países se han alzado monumentos a eternizar el recuerdo de sus libertadores, como tributo de justicia que se les debe. Por eso hoy la República Dominicana se propone pagar la deuda de gratitud que tiene contraída con el benemérito patricio que fundó su nacionalidad, y ha resuelto erigir una estatua que perpetué el nombre de Juan Pablo Duarte”. Y termina diciendo que su gratitud será eterna a quienes contribuyan con la misión que encabeza en Cuba de reunir fondos para “erigir a Juan Pablo Duarte una estatua digna de su memoria”.

La legión de dominicanos, con Máximo Gómez a la cabeza, que participó en las dos guerras de liberación en Cuba, en el siglo XIX, lo hizo por la solidaridad, por el sentido de justicia, convencido de que el régimen colonial español era oprobioso, actuando con una dignidad fuera de todas dudas, con una entrega absoluta a cambio de nada. La legión actúo convencida de la necesidad de ayudar a los hermanos cubanos en el más alto empeño de un pueblo: acariciar la libertad con dignidad. Conscientes todos los soldados de que la libertad no se mendiga, sino que se conquista a sangre y fuego, cuando las palabras y el derecho internacional son insuficientes.

Con lo anterior y por mis conocimientos de la historia de Cuba, puedo afirmar que ningún otro pueblo aportó más que el dominicano a la independencia de la mayor de Las Antillas.
Nunca en todo el fragor de la lucha un dominicano mostró ambición alguna por cuestiones materiales, cargos o pretensiones políticas. El propio Gómez descartó toda posibilidad de aceptar cargos políticos, ni siquiera la Presidencia de la República. Consagró su vida a la libertad de un pueblo.
Gómez, el puro, dijo: “Mi doctrina política de toda la vida, la libertad y la independencia absoluta de los pueblos”. Y señaló el Generalísimo: “...al ideal cubano, que lo es antillano, me he entregado entero a amarlo y defenderlo, sacrificando todo cuanto los hombres podemos disfrutar...”. Por eso dijo Fidel Castro: ... ? y qué hombre hizo tanto por nuestra patria como Máximo Gómez?  El Generalísimo cuando retorna a Cuba, para la guerra necesaria, con Martí, cuenta con 59 años para librar aquella lucha a caballos, machete en mano y fusil al hombro, lo que hace aún más grande su hazaña. Pero Gómez no sólo admiró a los grandes, sino que él mismo fue grande, visionario, por eso dijo: “NO HEMOS PELEADO SOLO PARA CUBA, SINO PARA LA CIVILIZACIÓN, PARA EL MUNDO ENTERO”. 
 
Y en Gómez hay que reconocer el amor por su Patria, pues en todo momento reivindicó su condición de Hijo de Santo Domingo. Además, reconoció a Juan Pablo Duarte su condición indiscutida de Padre de la Patria y por eso terminada la guerra en Cuba dedicó sus últimos esfuerzos en honrar al Patricio! 
 
En mi modesta opinión esto hace más grande la figura histórica de Máximo Gómez, un hombre grande entre los grandes, aún no comprendido adecuadamente en su tierra. Gómez está situado entre los grandes libertadores de América. Debo anotar, finalmente, que no sólo fue grande con la espada (el machete) y el fusil, sino que también fue un hombre de pensamiento. Me inclino ante Gómez reverenciando a Duarte!

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